El estrés laboral es una respuesta física y emocional que surge cuando las demandas del trabajo superan los recursos o capacidades de una persona para afrontarlas. No es solo “estar cansado” o tener una semana difícil. El estrés sostenido en el tiempo afecta la salud mental, disminuye el compromiso y reduce notablemente el desempeño de los equipos.
Tal vez lo estés viendo y aún no lo hayas identificado como tal. Algunas señales claras incluyen:
- Aumento de ausentismo o licencias médicas.
- Dificultades para concentrarse o tomar decisiones.
- Cambios de humor, irritabilidad o falta de motivación.
- Baja productividad o errores frecuentes.
- Rotación de personal o pérdida de talentos clave.
Si leíste esto y pensaste “sí, pasa en mi equipo”, no estás sola/o. El estrés laboral es uno de los grandes desafíos de esta era.
El estrés no solo afecta a la persona que lo sufre. Sus consecuencias se amplifican a nivel organizacional:
- Disminuye la productividad: Las personas estresadas rinden menos y cometen más errores.
- Aumenta el ausentismo: Las licencias médicas por salud mental se han duplicado en los últimos años.
- Eleva la rotación: Un entorno tóxico o demandante lleva a buscar otros trabajos.
- Daña el clima laboral: Aumentan los conflictos y baja la colaboración.
- Afecta la reputación: Las empresas que descuidan la salud mental terminan siendo menos atractivas para nuevos talentos.
Algunos factores comunes que desencadenan estrés en el entorno laboral:
- Carga de trabajo excesiva o poco clara.
- Falta de autonomía o control sobre las tareas.
- Estilo de liderazgo autoritario o desorganizado.
- Inseguridad laboral o falta de reconocimiento.
- Escasa comunicación o relaciones conflictivas.
- Expectativas desmedidas sin recursos suficientes.
No se trata de “dar un día libre” o instalar una mesa de ping pong. El cambio real empieza por entender que la salud mental de tu equipo es una inversión, no un gasto.
Algunas acciones que sí funcionan:
- Formación a líderes: Enseñar a reconocer signos de estrés y fomentar un liderazgo empático.
- Espacios de escucha: Abrir canales donde las personas puedan hablar sin miedo de cómo se sienten.
- Políticas claras de bienestar: No basta con decir “acá te cuidamos”, hay que implementarlo.
- Flexibilidad: Horarios adaptables o trabajo híbrido para equilibrar vida personal y laboral.
- Acceso a terapia o apoyo profesional: Ofrecer programas de acompañamiento emocional marca la diferencia.
Si sentís que “esto puede esperar”, te invito a pensar en esto: ¿cuánto cuesta reemplazar a un buen talento? ¿Cuánto pierde tu empresa por errores o proyectos demorados? ¿Cuánto vale que un equipo se sienta bien y quiera quedarse?
Las empresas que integran el bienestar como parte de su cultura no solo mejoran su clima interno, también mejoran sus números.
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