Hablar de salud mental en el trabajo ya no es opcional. Pero hacerlo mal puede ser incluso más dañino que no decir nada. En un intento por “sumarse a la conversación”, muchas empresas cometen errores que, aunque bien intencionados, pueden invalidar emociones, reforzar el estigma o mostrar una desconexión total con lo que viven las personas.
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